
El conjunto Teleférico de Caracas y el Hotel Humboldt, en el pico del Parque Nacional El Ávila, la montaña que separa a la ciudad del Mar Caribe, fueron construidos en la década de los 50. Desde allá arriba los caraqueños y visitantes disfrutaban de la mejor vista de la ciudad y de una atracción única en el país.
El complejo fue abandonado por mucho tiempo y desde hace unos años le fue otorgada la concesión a una empresa que se encargaría de la restauración, modernización y operación del complejo turístico. El trabajo que hicieron fue excepcional. Recuerdo perfectamente cuando mi padre nos subía en su Jeep a ver aquellos edificios abandonados, las cabinas del teleférico rotas y llenas de telarañas. El hotel que en una oportunidad fue locación de elegantes cenas y bailes de la Caracas de antaño ahora lo veíamos mis hermanos y yo a través de los vidrios de sus puertas como la escena perfecta de una película de misterio: Penumbras, mobiliario de una época que no viví y una brisa fría que pone a pensar en fantasmas al más incrédulo.
El complejo fue abandonado por mucho tiempo y desde hace unos años le fue otorgada la concesión a una empresa que se encargaría de la restauración, modernización y operación del complejo turístico. El trabajo que hicieron fue excepcional. Recuerdo perfectamente cuando mi padre nos subía en su Jeep a ver aquellos edificios abandonados, las cabinas del teleférico rotas y llenas de telarañas. El hotel que en una oportunidad fue locación de elegantes cenas y bailes de la Caracas de antaño ahora lo veíamos mis hermanos y yo a través de los vidrios de sus puertas como la escena perfecta de una película de misterio: Penumbras, mobiliario de una época que no viví y una brisa fría que pone a pensar en fantasmas al más incrédulo.
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